por W. Ricardo 6 minutos de lectura.
¿Te ha pasado que no sabes cómo empezar a escribir un texto? Ya sea un ensayo, una carta o una novela de ciencia ficción con demonios, mutantes y naves voladoras, encontrar el punto de partida puede ser complicado. En este artículo te cuento cómo transformo ideas en textos, desde la inspiración hasta la rutina necesaria para alcanzar mis objetivos narrativos.
En la antigüedad, se creía que los profetas y escritores sagrados recibían un soplo divino que los iluminaba con sabiduría y conocimiento. Hoy, esa idea de obtener inspiración "de la nada" sigue pareciendo misteriosa.
Actualmente, está de moda escribir en función de datos: ¿Qué consume la gente? ¿De qué habla? ¿Qué quiere el público? Esta información se obtiene con rapidez a través de redes sociales y plataformas que identifican tendencias.
Sin embargo, la escritura también nace de la intención del escritor por expresar una idea. Esta voluntad literaria es libre, pero, como en todo arte, se perfecciona con la práctica.
Podemos identificar dos extremos de la inspiración:
El primero es más accesible, pero el segundo suele tener mayor valor (literal y simbólicamente).
Aristófanes, comediante de la antigua Grecia, no daba al público lo que quería, sino lo que él consideraba necesario. Por ejemplo, en Los caballeros, se burla de cómo un vendedor de chorizos podría ser un buen gobernante solo por hacer promesas. También contrasta la paz y la guerra: su protagonista disfruta festines y romances, mientras que un soldado termina muerto en el campo de batalla.
Es importante que el producto de un creador sea vendible, ya que todos tenemos necesidades económicas. Pero eso no significa que debamos ignorar nuestro "soplo divino". Si una idea llega a tu mente, vale la pena explorarla.
En mi caso, me inspiro en sucesos reales, pero no los relato como un reportaje. Para hacerlos interesantes, incorporo elementos de ficción que aumentan el drama y generan sorpresa en el lector.
En resumen, estos temas evolucionan con el tiempo. Algunas fuentes de inspiración se apagan y luego resurgen. Lo importante es darle valor a tus ideas, aunque nadie más lo haga todavía.
Organizar ideas es clave en cualquier disciplina. Algunas personas lo hacen de forma natural, pero si necesitas ayuda, hay instituciones y profesionales que pueden guiarte.
En mi caso, todo comenzó con la práctica. Aprendí a escribir diálogos copiando la estructura de novelas de mi biblioteca. Ahí descubrí la raya de diálogo (—), aunque al principio la confundía con el guion (-), un error común.
Desde la escuela aprendí la estructura clásica de la historia: introducción, nudo y desenlace. Cuando empecé a escribir cuentos, lo hacía sin planificar, sin importar si la historia salía bien, si ofendía a alguien o si era un cliché.
Si estás comenzando, no te preocupes por el orden de las ideas. Lo más importante es escribir. Luego, comparte tus textos con alguien de confianza. Te sorprenderás de cuántas personas en tu círculo disfrutan la lectura.
En conclusión, construye la idea general de tu historia y luego desarróllala por partes. Apóyate en lectores para la coherencia y en artistas para el diseño.
Cada escritor tiene su estilo, pero llega un punto donde la escritura deja de ser romántica y se convierte en cumplir con metas y compromisos.
Si estás iniciando, escribe cuando te sientas inspirado. Con el tiempo, es importante desarrollar una rutina para terminar lo que te propones.
Mi rutina de escritura:
Finalmente, si no tienes plazos, escribe cuando la inspiración llegue. Pero si quieres ser profesional, debes escribir según tus metas y necesidades.
Si te gustaría recibir orientación personalizada y desarrollar una rutina efectiva de escritura, te invito a mi mentoría en escritura creativa.
Aprenderás a:
¡Contáctame a creadoreditorial@wricardo.com y empecemos a escribir tu historia!